3.8.15

Pequeño cuento innecesario

Un día, escribí un pequeño cuento. Había tomado un par de tazas de café y la pluma comenzó a rodar entre las ideas.

Contenía la respiración, esperando que no se mancharan las palabras con esa sensación tan cotidiana de querer echarlo a perder. No sabía, y para nada me sentía seguro, si romper el papel iría a destrozar mi vidriosa imaginación.

No quería parar de escribir. Escribir viéndome como un loco que pretende detener el tiempo. Pero no soy un loco, por más tentador que me parezca. Sólo he seguido la corriente de algunos de mis pensamientos.

Repito las mismas palabras y hasta que releo cada página, me doy cuenta de mi constante sucesión de lo mismo. No he podido cambiar, juzgo y pongo sentencias que yo considero son las necesarias para creerme mejor. Y lo logro: me creo mejor. Cada vez más jodidamente mejor.

Pero si busco ese cuento, el que una vez escribí, no encontraré más que palabras inventadas, forzadas para sonar, mientras son leídas, como un enjambre retorcido que esconde algo mejor que el vacío en donde están contenidas.

Quiero parecer más inteligente, pero soy un boceto, una especie que experimenta con lo que cree saber. Algo que espera ser una cosa terminada que pueda ser exhibida. Pero tengo esto tan encajado en mí, esto que es creer que algún día todo estará listo, perfecto, terminado, completo.

Se me acaba el papel, las ideas siguen, el cuento sigue, las palabras siguen repitiéndose. Pero debo parar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario