17.9.14

Porque somos diferentes


En una tierra nativa, brava y floreciente; en una época fértil y violenta. La vida es el conflicto de la fragilidad y la espontaneidad de crecer. Deseo y pavor. Tenemos en nuestras manos decidir quién vive y quien muere: ése es el resultado de nuestra inquietante, pervertida, honesta, involuntaria, personal, ambiciosa, juiciosa, envidiosa, tan llena de vicios, destructiva, volátil, imaginativa, subdesarrolla de tercer mundo, perezosa, leal y sumamente pasajera realidad.

Somos un prodigio de la naturaleza, un copo de nieve más encajado en las huellas de nuestros dedos tan únicos que nos odiamos y nos amamos, como si el acto de sentir fuera a la par que respirar. Y aún así queremos encontrar un cubito en dónde conservar un estado de comfort.

Buscamos a otros seres, y aunque no, ahí estamos todos metidos en esta canica. Nadie puede escapar de encontrarse con otra persona. Y aceptémoslo, somos tan diferentes que nuestra esperanza es (de acuerdo a una muy particular visión) encontrar ciertas semejanzas que nos hagan entender que somos humanos y somos cercanos.

Pero en algún momento de nuestra vida, hemos desechado toda esta basura filosófica y queremos mirar hacia adentro y gritarle al mundo interno: ey! mírame, soy tan diferente a todos y nadie se da cuenta de ello. Somos tan egoístas que no toleramos el egoísmo de los demás. Cada quien en su propio revólver. ¿Y qué logramos? Que al salirnos de un estándar, metemos la pata en otros más y así vamos cruzando el arroyo de palabras bonitas pero insaboras, ¿y luego? vemos que el otro lado del río luce igual. Y es tan diferente.

Será que cambiamos a tan cada instante que por eso no sabemos quienes somos. ¿Para qué queremos saber quienes somos? No he encontrado alguna utilidad a esa posible respuesta que está ahí escondida. Esperándonos. Que siga esperando.

Sentimos un peligro con olor a traición y evitamos los espejos. Sí, sabemos quién es el culpable de todo y a quién estamos matando al mismo tiempo. ¿Quién dijo que en este universo la autocensura no podía mezclarse con la pena de muerte. Es una condena a la automuerte. Ya lo dirían algunos viejitos, uno solito es el que se está muriendo.

Y ante todo esto, solo quiero decir que no entiendo el comportamiento humano, y no es alguna desesperanza que esté extirpando. Me alegra saber que tal vez nadie sepa el comportamiento humano, porque (a lo mismo) somos tan diferentes que nuestra natural atracción a encasillar y organizar y clasificar todo, me resulta tan incompresible también. ¿Qué habrá acerca del comportamiento personal?

Por eso, y porque somos diferentes: viva la diversidad.

pd. A modo de ilustración de este ensayo, hago acompañar unas fotos de cactus mexicanos tomadas en el jardín botánico de un rancho alegre de la Sierra Norte de Puebla.

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