Entrando nuevamente a la Ciudad Nopal, intransigente, desvariada, un poco sangrante y eternamente amante de lo insólito... recorro sus calles vacías, sus desperdicios en grande y sus carencias en corto... doy tre vueltas a la misma manzana y no es la misma en cada paso, se transforma, miles de colores desaparecen y me vuelvo eterno. Un sonido melancólico de aquella esquina, un niño con hambre espera doblar el acordeón de sus tripas.
Fuego escupido por el tránsito de las hormigas rumbo al trabajo. Más hojas por roer y menos tiempo que perder. En Ciudad Nopal no hay relojes, solo martirios a cada instante que se cuentan por tunaladas. Azul celeste y viento-soplo, un aullido de la mujer viajera que se desgarra cual guitarra mariachera que termina por descomponerse en la retórica ambiental, hasta parece el hilillo de humo de recuerdos pasajeros en una combi fantasma.
Imágenes que se tornan tan reales pero ¡qué caray!, todo es tan confuso que pretendo vivir en un espejismo cuando el espejo soy yo mismo. No sé quien soy ni qué es Ciudad Nopal, una realidad transfigurada a mis fantasías o un lugar invisible que se vuelca contra mí.
Por lo pronto, pediré mi propio mapa del lugar.
17-10-09
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